La preocupación pasó de Wall Street a las empresas desarrolladoras de la tecnología IA. Los costos ocultos de la IA podrían superar sus beneficios si no se manejan adecuadamente. Equipos más grandes, más gente utilizándola, los costos no pueden ser infinitos.
El desarrollo acelerado de la inteligencia artificial promete avances revolucionarios, pero su creciente demanda energética está creando desafíos significativos para la sostenibilidad. Desde el consumo masivo de electricidad hasta las dificultades para encontrar un balance entre eficiencia y expansión.
La inteligencia artificial (IA) ha emergido como una herramienta esencial en numerosos sectores, impulsando una transformación tecnológica sin precedentes.
Sin embargo, detrás de los avances en modelos de lenguaje y sistemas de recomendación, se esconde una realidad preocupante: el inmenso costo energético de mantener y desarrollar estas tecnologías.
El Consumo Eléctrico de la IA
Según el Instituto Allen para la Inteligencia Artificial, una simple consulta a un chatbot popular consume la misma cantidad de electricidad que mantener una bombilla encendida durante 20 minutos, lo que es más de diez veces el costo energético de una búsqueda en Google.
Esta demanda de energía, si bien es elocuente, es solo la punta del iceberg. Se proyecta que para 2026, los 2.700 centros de datos en los Estados Unidos que soportan el uso de IA consumirán un 6% del total de la electricidad del país, comparado con el 4% registrado en 2022.
El profesor Gregory Nemet, de la Escuela de Asuntos Públicos La Follette, señala que esta tendencia no solo podría afectar la capacidad de suministro eléctrico del país, sino también plantear preguntas sobre la sostenibilidad a largo plazo del crecimiento de la IA.
«Podría llegar un punto en que el crecimiento de la IA se desacelere, porque ya no obtenemos beneficios adicionales de ella», comenta Nemet.
La Paradoja de la Eficiencia
El desafío no es solo de magnitud, sino también de eficiencia. Matt Sinclair, profesor asistente del Departamento de Ciencias de la Computación, plantea que la mejora en la eficiencia energética de los procesadores, en lugar de reducir el consumo total, podría incrementarlo.
Este fenómeno, conocido como la Paradoja de Jevons, indica que un aumento en la eficiencia de un recurso puede, paradójicamente, aumentar su uso en lugar de disminuirlo.
«Las empresas están diseñando hardware más eficiente, pero al mismo tiempo están utilizando modelos de IA cada vez más grandes que requieren más y más energía», explica Sinclair.
Este círculo vicioso subraya la necesidad de una colaboración más estrecha entre sectores tradicionalmente desconectados, como las empresas de servicios públicos, los científicos de la computación y el gobierno, para mitigar el impacto ambiental de la IA.
Soluciones y Desafíos
Algunas empresas líderes en el desarrollo de IA, como Microsoft, Apple y Google, ya están tomando medidas para reducir su huella de carbono, adoptando energías renovables para alimentar sus centros de datos.
No obstante, en varias partes del país, las compañías de servicios públicos luchan por satisfacer la creciente demanda de electricidad provocada por la IA, recurriendo a combustibles fósiles como el gas natural, una solución que a largo plazo podría agravar los problemas ambientales.
Karu Sankaralingam, profesor de Ciencias de la Computación, se ha centrado en la búsqueda de soluciones que permitan mejorar la eficiencia energética sin sacrificar la generalidad de los chips y procesadores.
Aunque se han logrado avances significativos, como la reducción en un 90% del consumo energético de los servidores de chatbot de Microsoft, el camino hacia una IA verdaderamente sostenible está lleno de retos.
«Creo que la gente construirá soluciones de manera diferente, de tal forma que no requieran tanta energía. Estamos viendo formas incipientes de esto», afirma Sankaralingam, optimista sobre el futuro, pero consciente de que el equilibrio entre innovación y sostenibilidad será clave.
El desarrollo de la inteligencia artificial trae consigo una promesa de innovación y progreso, pero también plantea serias preocupaciones sobre su sostenibilidad a largo plazo.
Si bien hay esfuerzos por mejorar la eficiencia y reducir el impacto ambiental, los costos ocultos de la IA, especialmente en términos energéticos, podrían convertirse en una carga si no se abordan adecuadamente.
La clave estará en encontrar un equilibrio que permita seguir avanzando en la frontera tecnológica sin comprometer los recursos del planeta.
Fuente: The Telegraph y Microsoft