Según afirma el científico que lo plantea, permitirá que “en lugar de pasar años en una celda real, puedan terminar su condena en solo unos minutos”.
El biólogo molecular y divulgador científico radicado en Alemania, Hashem Al-Ghaili, presentó una propuesta para abordar la rehabilitación y reinserción de personas que hayan delinquido.
Se trata de Cognify o “la prisión del futuro”, nombre que le puso a su proyecto.
Según promete, este modelo permitirá que los reclusos sean tratados “como pacientes” y que “en lugar de pasar años en una celda real, puedan terminar su condena en solo unos minutos”.
Esto, después de ser sometidos a un sistema que inserte recuerdos artificiales en su cerebro, con el apoyo tecnológico de la inteligencia artificial (IA).
Aquello les haría experimentar su propio crimen, pero desde la perspectiva de la víctima.
Pese a que se trata de una propuesta con miras hacia el futuro, el biólogo molecular dice que está convencido de que “podría ofrecer un nuevo enfoque de la rehabilitación penal, al transformar la forma en que la sociedad trata a los delincuentes”.
En sus palabras, Cognify busca “centrarse en la rehabilitación y no en el castigo”.
Un video representativo que compartió en sus redes sociales muestra cómo sería “la prisión del futuro”.
Las imágenes retratan una serie de cápsulas con personas en su interior, quienes llevan un aparato similar a un casco de realidad virtual, el cual rodea su cabezas, y cubre sus ojos y oídos.
Tales factores contribuirían a que esos recuerdos artificiales se sientan como si fuesen reales.
Dentro de su propuesta, Hashem Al-Ghaili plantea que —antes de someterse al proceso— los mismos reclusos puedan escoger entre “pasar años en la cárcel o buscar una rehabilitación rápida mediante la implantación de memoria artificial”.
Como es de esperar, su idea ha generado múltiples opiniones, mientras que también se han presentado dudas sobre qué tan factible sería aplicar este método y cuáles serían sus potenciales riesgos.
Y por supuesto, sus implicancias éticas y sociales.
Qué tan factible sería insertar recuerdos
La docente de la Facultad de Psicología de la Universidad del Desarrollo (UDD) y especialista en el área de Psicología del Testimonio, Ana María Salinas, compartió sus impresiones sobre el proyecto Cognify en conversación con el diario chileno La Tercera.
Según explica antes de abordar el caso de Cognify en sí, los hallazgos científicos “han logrado acreditar cómo finalmente la memoria es un sistema de registro, que es muy susceptible a la modificación o a la introducción de información que no corresponde a la realidad”.
“En ese sentido, los falsos recuerdos son parte de nuestra vida cotidiana. Probablemente, muchos de los recuerdos más arraigados que tú o yo tenemos de nuestra infancia no corresponden a la realidad (…) En esta línea, los falsos recuerdos ya forman parte del funcionamiento de todas las personas”.
Salinas afirma que las investigaciones han demostrado que “muchas veces introducimos falso recuerdos en nuestro sistema de registro, sin darnos cuenta de que es así”.
“Ocurre por diversos factores que contribuyen a ello. Eso ocasiona cambios en nuestras emociones y en nuestro comportamiento”.
“Desde ahí, podemos decir que lo que sugiere (Hashem Al-Ghaili) efectivamente es factible: introducir falsos recuerdos en un imputado, una víctima o en cualquier persona, pensando en su beneficio. Y probablemente, tal como se ha acreditado en otras investigaciones cuando operan los falsos recuerdos, esto traiga cambios en el comportamiento y en las emociones”, sintetizó la experta en Psicología del Testimonio.
Tal como se menciona más arriba, el proyecto Cognify está centrado en el futuro, no en el presente. Sin embargo, una de las primeras preguntas que surgen al momento de pensar en esa idea es cuáles podrían ser los efectos colaterales que —eventualmente— estas personas podrían enfrentar.
Por ejemplo, ¿existe la posibilidad de que —si se aplica dicha propuesta— se genere un trauma en quienes se sometan al procedimiento? ¿Cuáles serían las consecuencias?
En primer lugar, Salinas enfatiza que este tipo de proyectos deben evaluarse con el apoyo de la comunidad científica e investigaciones validadas.
“Siempre tenemos que pensar que todo lo que se haga tiene que ser en pro del beneficio de la persona que participa. Si los falsos recuerdos tienen que ver con introducir un trauma, claramente eso podría traer consecuencias relacionadas con un correlato o un cambio conductual acorde con ese trauma”.
“Entonces, ahí habría que ver si se piensa que este trauma puede ayudar a no cometer delitos… ok, esa es una consecuencia pensando quizás en el propio beneficio de quien participa, para que no tenga problemas con la ley, pero: ¿cuál sería el impacto de los otros cambios de conducta o emociones que podría experimentar a propósito de tener en su continuo vital una vivencia de trauma que antes no tenía?
Una vivencia traumática puede traer no solo consecuencias emocionales y conductuales, sino que también cognitivas y de salud médica”.
Bajo ese análisis, la especialista afirma que “los alcances son difíciles de proyectar o de medir, porque eso también tiene que ver con las características individuales del sujeto que participaría en este tipo estudio o práctica”.
Además de este último factor, cuestiona: “Si tenemos esta vivencia que se incorpora a nuestra vida, ¿vamos a tener la percepción de una red de apoyo en nuestra familia o amigos? ¿Vamos a tener atención profesional acorde a las necesidades que surjan?”.
“Esto también tiene que ver con elementos del sistema y del contexto. ¿Cómo vamos a ser tratados por los otros luego de esto? ¿Sufriríamos algún tipo de estigmatización? O sea, hay un montón de implicancias que deslindan con lo ético y que me parece relevante tener en cuenta”, enfatiza Salinas.
“Hemos visto que es factible tener recuerdos falsos y que están presentes en nuestra vida con mucha más frecuencia de lo que pensamos, pero es distinto eso a aceptar que una persona ajena a mí, un profesional, pueda introducirlo con otros fines. Creo que aplicar una práctica así debiese ser una decisión colegiada en la que participe la comunidad científica y en la que haya distintos profesionales que puedan resolver los dilemas éticos y todas las tensiones que se podrían producir”, sentenció la especialista de la UDD.